(Reflexión del 23 de enero del 2011)
‘’ ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncision? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.
Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que estuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia.
Y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado’’.
Romanos 4:9-12
Las sagradas escrituras nos están hablando en el libro de Romanos de la bienaventuranza del hombre que guarda los mandatos divinos. El verso 12 habla de la paternidad de Abraham para los circuncisos y los incircuncisos que seguían las pisadas de la fe que tuvo él.
La circuncisión de hoy se concentra en el corazón de los hombres. En el antiguo testamento se resumía en el corte del prepucio en los hombres como señal de pacto con Dios.
Abraham fue hecho padre de todos, circuncisos e incircuncisos, siguiendo sus huellas de fe antes de haber sido circunsidado. Él anduvo en fe dejando huellas para que nosotros le sigamos, siguiéndolas. Dios no hará sendas en nuestras desobediencias.
La palabra de Dios nos deja ver en el capítulo 77 del libro de los Salmos, versos 19 y 20, que el Señor le reveló a Moisés su camino y a los hijos de Israel les manifestó sus obras.
¿Qué tipo de cristianos queremos ser? ¿Aquellos a quienes Dios les da a conocer los caminos o aquellos a quienes les muestra sus obras?
En Isaías 43 Dios nos deja saber que siguiendo sus pisadas llegaremos a las aguas. Estamos hablando aquí de obediencia extrema, de tener una óptica para ver los caminos de Dios que nos son revelados a todos. Las huellas, los caminos, las sendas del Señor no cualquiera los va a conocer. Es mejor conocer los caminos que las obras; caminar por las sendas del Señor.
Esdras exhortó al pueblo a ayunar junto al río para solicitar al todopoderoso que abriera caminos para su descendencia y sus bienes. ¿Estando tú frente al río de los problemas, qué es lo que quieres ver? ¿Ver las obras de Dios o ver sus caminos? ¿Pedimos milagros o revelación del camino a seguir? En cualquier situación en la que nos encontremos debemos tener siempre presente que ya alguien pasó por allí, conocieron el camino, lo caminaron y dejaron huellas.
En todas las adversidades que podamos haber vivido o estemos viviendo, lo único que debemos hacer es pedir a Dios que nos muestre las huellas de los que ya pasaron por la prueba y fueron aprobados por su fe pasando a otro nivel de intimidad con Dios.
Los caminos de Dios, sus sendas, están en el mar, en las aguas. Nosotros tenemos miedo porque no sabemos nadar, le tememos a las aguas. Una persona sin fe que camina en las huellas de fe de otra que ya pasó, se hundirá en las aguas como los egipcios en el momento de atravesar el Mar Rojo siguiendo las huellas de la fe dejadas por el pueblo de Israel.
Pedro nos insta a seguir las pisadas de Cristo quien padeció por nosotros, dejándonos ejemplo. Si alguno haciendo el bien le toca padecer, entonces será recompensado y aprobado ante Dios puesto que para esto fuimos llamados; porque Cristo padeció por nosotros dejándonos ejemplos para que sigamos sus pisadas.
Debemos revelar las huellas a nuestros hijos más que las obras.
El objetivo principal de esta reflexión, es una invitación a la meditación para identificar cuáles son las pisadas que estamos dejando a nuestra generación, cuál es nuestro ejemplo de entrega, de fidelidad a la casa de Dios, cuál es nuestra prioridad en nuestras vidas.
Instruyamos al niño en sus caminos y aun cuando fuese viejo no se apartará de ellos. Meditemos y volvamos a Dios siguiendo sus huellas.
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